«Antilista» de lo que más he disfrutado en 2017: Libros.

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2017 ha sido un año en el que no sólo he leído y visto películas y series como el resto de los años, sino que, además, os he ido hablando de muchos de ellos en Los búhos del caos ―los que se ajustan a la temática del programa―. Ahora que estrenamos año nuevo, me apetece hacer una pequeña recopilación de lo que más he disfrutado en el anterior. He decidido hacerlo en tres antilistas temáticas que amplían lo que ya comenté en el programa nº 10. La idea no es hablar de lo mejor sino de lo que más me ha gustado o de lo que más ha significado para mí por motivos diversos, lo que hace que sean absolutamente subjetivas.

La existencia de los búhos del caos ha hecho que mis lecturas “de género” se hayan incrementado y como consecuencia ―o aprovechando las circunstancias―, he llegado a autores que hasta ahora no había leído y he podido saborear en varias ocasiones el placer de catar por primera vez algo que gusta. Vamos allá ―conste que no están necesariamente por orden de preferencia―:

La Quinta Estación, de N.K. Jemisin (Nova, 2017): La visita a Madrid de la encantadora N. K. Jemisin fue todo un acontecimiento para el programa. No habíamos emitido ni un solo minuto y ya teníamos una entrevista con la ganadora de un Premio Hugo y finalista de varios premios importantes más. Fue un placer para los búhos el tiempo que nos dedicaron la autora, la editora Marta Rossich y Alex Paez, que nos ayudó a entender todo mejor y también lo fue el posterior encuentro con medios. Tras este momento remember, vamos a lo más importante: el libro. La Quinta Estación es la primera parte de una historia dividida en tres―Trilogía de la Tierra Fragmentada―. Y es una suerte, porque nada más acabarlo quería más. En unos días se publica la continuación traducida y yo lo espero con ganas. Jemisin es muy buena creando mundos, eso lo primero. En la novela recrea un lugar llamado Quietud en el que suceden continuos y violentos cambios geológicos. Los personajes principales, llamados orogenes, tienen la capacidad de controlar la energía de la tierra y sus movimientos, así que es fácil entender su importancia en un mundo con esas características.  La historia va asociada a una mitología que Jemisin crea a la perfección, igual que hace con los elementos de la vida cotidiana, la flora, la fauna y el resto de personajes. Y no contenta con todo esto, inventa los términos para definir los elementos que no tienen igual en nuestro mundo. Aquí quiero mencionar la labor del traductor, David Tejera, que adaptó con maestría ese vocabulario al castellano.

En resumen, es una novela que se lee con muchas ganas de principio a fin, que va envolviendo al lector en la historia, que a ratos juega con lo que estamos predispuestos a suponer y que tiene algunos giros bastante sorprendentes.

Arañas de Marte, de Guillem López (Valdemar, 2017): El día que Guillem y yo nos vimos por primera vez y me regaló su novela La polilla en la casa del humo (Aristas Martínez, 2016), me tocó un premio doble: conocerle y descubrir al que se ha convertido en uno de mis autores preferidos de los últimos tiempos. Antes de abrir Arañas de Marte, estaba convencida de que me iba a gustar. No podía ser de otra manera, sabía que Guillem me iba a dar algo que me encanta: una historia retorcida, oscura, impecablemente narrada y abierta a especulaciones. Lo que no sabía es que iba a tener todo eso llevado al extremo. Puro abismo hecho letras. Valencia, un futuro que no parece demasiado lejano, una pareja sufre el drama inmenso de perder a su hijo. A partir de ahí, realidad y ficción ―quizás un cúmulo de realidades diferentes― se entremezclan como una telaraña o una red neuronal. Ciencia ficción oscura y exquisita para paladares acostumbrados a deleitarse con el horror elegante que provoca la perturbadora sensación de la inestabilidad de la existencia que vivimos y de nuestra propia mente.

Las tres muertes de Fermín Salvochea, de Jesús Cañadas (Roca, 2017): Hacía tiempo que tenía pendiente leer a Jesús Cañadas más allá de algún relato suelto y la premisa de esta novela ―una mezcla de historia y elementos sobrenaturales― me resultaba muy atractiva. Y qué bien hice en leerla. La disfruté una barbaridad. Es una historia absorbente y muy entretenida que sucede entre las dos partes de Cádiz, la visible y la oculta, a finales del siglo XIX y principios del XX. Los sucesos se nos presentan desde la perspectiva de un grupo de niños extremadamente desfavorecidos ―pobres unos, huérfanos y pobres otros, maltratados de alguna forma casi todos― que se enfrentan a la resolución del misterio en torno a la muerte del alcalde Fermín Salvochea lo que les llevará a vivir una serie de aventuras y a conocer a muchos personajes peculiares. Los amantes de lo sobrenatural reconocerán a algunos lugares y personajes de la mitología de Cádiz y de otros lugares y los amantes de la Historia se encontrarán un retrato de la sociedad de la época. Yo la devoré.

Transcrepuscular, de Emilio Bueso (Gigamesh, 2017): Esta novela de Emilio Bueso ha sido otra de mis primeras veces. Llegó envuelta en cierta polémica por los formatos de edición, polémica que ―como ya dije en algún episodio de los búhos del caos― yo no acabo de entender. En mi opinión ―aunque no venga muy a cuento en este artículo―, cada editorial es libre de editar como mejor le parece y, puesto que no es obligatorio comprar, el lector puede decidir si lo quiere o no o si espera a otra edición. Recientemente ha salido en un formato más sencillo y a un precio muy bueno, pero yo estoy feliz de tener una edición preciosa con una de mis amadas libélulas en su portada. Transcrepuscular es una road movie literaria en la que unos personajes que representan a los diferentes estratos en los que está fuertemente dividida la sociedad en función de motores que no nos son nada ajenos ―religión, política y economía―, se ven abocados a realizar un viaje en busca de un objeto valioso que ha sido robado. Bueso hace un magnífico trabajo de worldbuilding, recreando un escenario cuyos habitantes conviven con extrañas y gigantescas especies vegetales y todavía más extraños y gigantescos insectos y moluscos, con los que llegan a unirse en una simbiosis que les otorga ciertos poderes. Os advierto una cosa, el final os va a dejar de piedra y queriendo más. Es la primera parte de una trilogía. A esperar la segunda con ganas.

-Los últimos días de Nueva París, de China Mieville (Nova, 2017): Un genio que aún no había descubierto y que me dejó boquiabierta este año es China Mieville. Esta novela trata de guerra y Surrealismo. Parece simple pero no lo es: cuando digo Surrealismo me refiero a todo un universo en el que autores y obras de arte conviven ―literalmente, ya que las obras de arte cobran entidad más allá de su propia esencia de obra artística y se convierten en personajes de la novela― con soldados y grupos de resistencia en una ciudad de París muy diferente de la que conocemos. El que sepa un poco de arte ―como es mi caso― se emocionará al descubrir algunas obras cumbre de la época caminando por las calles de la ciudad, pero tranquilos, el libro incluye un glosario en el que explican todo, para que cualquiera pueda entender la gracia y la originalidad extrema del argumento.

Este año han llegado a mis manos y mis ojos otros libros maravillosos que no pienso resistirme a mencionar sólo por haber sido editados en otros años.

– Los Tejedores de Cabellos, de Andreas Eschbach (Bibliópolis, 2004): Esta novela fue todo un descubrimiento y estoy segura de que es una obra que gustará a cualquiera que tenga la suerte de que caiga en sus manos. Se trata de una historia aparentemente fantástica que por momentos se va deslizando hacia la ciencia ficción, en la que acaba totalmente asentada. Está narrada de una forma ágil, precisa, con un ritmo que incita a no parar y el mundo que describe es tan sorprendente que no te dejará hacerlo: en un planeta árido con una sociedad aparentemente anticuada, encontramos que existe una casta de artesanos llamados tejedores de cabellos. En sus familias sólo puede haber un hombre y un único hijo varón. El hombre tiene varias esposas, concubinas e hijas. La vida entera del tejedor está destinada a tejer una alfombra con el cabello de los miembros femeninos de la familia, alfombra que venderá al final de su vida, pasando el puesto a su único hijo varón. El destino de estas alfombras no se sabrá hasta mucho más adelante, cuando ya estemos sumergidos en una obra puramente de ciencia ficción, con naves, planetas, etc. La mezcla de tecnología con elementos que parecen sacados de la edad media, aparatos, máquinas y naves de diferentes tipos, algunos avanzadísimos y otros casi steampunk, el toque pulp que tiene en algunos capítulos y otros muchos matices la convierten en una delicia que debe ser leída sí o sí.

-El cuento de la criada, de Margaret Atwood (Bruguera, 2008): También hay una edición de Salamandra de 2017. No puedo comparar el libro con la serie porque debo ser la única persona que aún no la ha visto, pero como sea la mitad de buena que el libro, tiene que merecer mucho la pena. En esta obra, que originariamente es de los primeros 80, Margaret Atwood muestra una distopía escalofriante, una dictadura amparada en la religión en la que las mujeres han quedado relegadas a un papel de mínima importancia en la sociedad. La natalidad ha descendido tanto que las pocas que son fértiles son incluidas en un grupo destinado a engendrar los hijos que las esposas de los gobernantes no pueden tener. La historia nos la cuenta una de esas mujeres, cuya libertad es mínima en todos los aspectos de su vida. Las de su grupo social no pueden relacionarse con el resto de la gente de forma normal, deben llevar una vestimenta concreta y someterse a una serie de rituales. Lo verdaderamente aterrador es que mientras leía esta historia no dejaba de pensar en casos como el de Irán, donde las modernas mujeres que en los 70 lucían minifaldas tan cortas como cualquier occidental, hoy en día viven anuladas, tapadas y sometidas a un régimen horrible de falta de libertad. Leer es a veces el primer paso para cambiar cosas o para no llegar a ellas.

La historia de tu vida, de Ted Chiang (Alamut, 2015): Después de leer esta recopilación de relatos, sólo puedo pensar que Ted Chiang es un maestro. Cada relato es diferente entre sí, pero todos rebosan originalidad y buen hacer a la hora de narrar las historias. En el cuento que da nombre al libro está basada la película La llegada (Denis Villeneuve, 2016). Este relato, en el que Ted Chiang reflexiona sobre la importancia del lenguaje en la creación de todos los aspectos de la realidad, incluido el tiempo ―un tema que me fascina y que ha sido estudiado por antropólogos y lingüistas―, es sublime pero el resto no se queda a la zaga. Nos encontraremos en sus páginas con los constructores de la Torre de Babel, con golems, científicos, metahumanos y muchos más temas con un denominador común: hacen pensar. Y mucho. Sin apenas darse cuenta, el lector acabará planteándose un montón de cosas. Estoy hablando de él y ya me han entrado ganas de releerlo. Con eso lo digo todo.

-El estado natural de las cosas, de Alejandro Morellón (Caballo de Troya, 2016): Los que me conocéis sabéis de sobra que yo siempre me quejo de que en este país el cuento es considerado como el hermano pequeño de la novela y que a la mínima oportunidad reivindico que se iguale en importancia. Por eso ―y por muchos otros motivos― que un amigo gane el prestigioso Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia, es un motivo grande de felicidad. Y además es un premio que Alejandro Morellón y su recopilación de relatos El estado natural de las cosas merecen de sobra. Seis cuentos, una casi nouvelle y un misterio en torno al término ehio en los que el autor juega a atrapar momentos de la vida cotidiana de cualquiera y a introducir en ellos un elemento fantástico, extraño y discordante que lo cambie todo: gentes adorando a un huracán, un testículo enterrado con honores de persona completa, un hombre que vive en el techo de su casa ―aún recuerdo la primera vez que me habló de este cuento y me maravilló lo kafkiano del argumento―, risas que trascienden su propia importancia…

Al mismo tiempo que modifica la trayectoria vital de los personajes con pericia de demiurgo, Alejandro Morellón condiciona al lector a hacerse preguntas del tipo: ¿Merece la pena renunciar a algo importante por dinero?, ¿Cambia el amor si cambian las circunstancias? Y en lo profundo, nos lleva a plantearnos quiénes somos en realidad si nos despojan de nuestras circunstancias y nos visten con otras.

Una de las cosas que más me gustan de Morellón es que satisface mi tendencia a amar lo inclasificable. Al leer sus relatos me encuentro en casa, rodeada de una nube de realismo mágico, tomando café con Cortázar, Kafka y Shirley Jackson al tiempo que disfruto del surrealismo costumbrista de las películas de Cuerda, del humor del autor, de una fina crítica social que asoma entre las líneas y un delicioso absurdo existencial. Delicatessen.

Y más allá de todas estas recomendaciones, no quiero dejar de mencionar estas otras obras que también me parecen más que recomendables ―de algunas ya hablé en el programa de radio―: Montaña rusa, de Fernando López Guisado (Vitruvio, 2016), Los príncipes de la marea de Daniel Pérez Navarro (Cerbero, 2017), Material sensible de Neil Gaiman (Salamandra, 2106), El sueño de Fevre, de George R. R. Martin (Gigamesh, 2009).

Felices lecturas.

Mar Goizueta.

*Mi principal suministrador de vicios lectores de fantasía, terror y ciencia ficción es la librería Cyberdark. Ahí podéis encontrar casi todos o todos los libros que os he recomendado.